El cloro de las piscinas y los niños

El exceso de cloro en la piscina puede tener algunos efectos nocivos en la salud de los bañistas, sobre todo en los niños. Según los expertos, un nivel excesivo puede provocarles asma o infecciones pulmonares que suelen ser más graves en el caso de los menores de 3 años. Por eso es muy importante tener controlados los niveles de este producto químico en nuestra piscina, ya sea pública o de titularidad privada. La clave está en encontrar la proporción adecuada para disfrutar de un agua desinfectada pero saludable.

El cloro es el producto más utilizado en la mayoría de las piscinas para purificar el agua. En el mercado encontraremos cloro en varios formatos (líquido, pastillas o barra) y cuando este producto se mezcle con el agua provocará una reacción que viene determinada en buena medida por el pH de la piscina. Por ello, además de los niveles de cloro libre hay que controlar y rectificar el nivel de  acidez para tener un agua desinfectada y apta para baño.

Un nivel muy bajo de pH generará un agua desinfectada pero no adecuada para el baño. Por el contrario, un pH elevado merma la higiene de la piscina y favorece la aparición de microorganismos.

Esto que, a primera vista, parece excesivamente complicado, se resuelve con un kit de medición que analice estos dos factores que nos indique los niveles correctivos a aplicar.

No obstante, incluso con la dosificación adecuada de cloro, conviene aplicar algunas medidas para que los baños estivales no acaben afectando a nuestra salud. Por ejemplo, los bañistas deben siempre ducharse al salir de la piscina e hidratar su piel intensamente cada día.

Por otro lado, la cloramina reacciona con la presencia de fluidos corporales en el agua (como restos de saliva o de orina) y provoca una reacción química poco saludable para las personas. Sobre todo para los niños, que son los que pasan más tiempo al día dentro de la piscina. Esta reacción química provoca desde tos y pequeños ahogos hasta daños neuronales y cardíacos, en el caso impensable de que los niveles de orina en la piscina fueran desproporcionados. Aun así, hay que recordar a los bañistas que nunca hay que orinar dentro de la piscina para garantizar la salud de los usuarios.

Los ojos rojos son otro de los efectos desagradables del cloro y sus derivados. Por ello se recomienda siempre el uso de gafas de bucear para el baño y no sumergirse nunca con las lentillas puestas.